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miércoles, 17 de diciembre de 2008

Feliz Aniversario HOyC

       Hoy 18 de diciembre, se cumple un aniversario más de la creación de la Revista Virtual HOYC, ¨Huaraz, Organizaciones y Costumbres, bajo la dirección de Carlos Ramirez Cuentas¨, a quien  aplaudo en  este estrado con toda mi alegría y beneplácido.¨Fue en esta fecha que él escogió  en homenaje al natalicio de su padre don Julio Victoriano Ramirez Sifuentes, propulsor  del periodismo ancashino, quien supo honrar su emisora Radio Diamante con el fervor de un avezado cultor literario desde 1945. Así mismo recordemos a Rolando Tarazona Soto, donde se inicio como Locutor, fundador del ¨Disco Club¨ siendo su Presidente Carlos Ramírez Cuentas,

 que desde niño ya como Administrador de la Radio Diamante, promueven todas las disciplinas del deporte. Mas tarde estudiante ya en Lima, fue cofundador de la Asociación Universitaria Huarasina y forma el grupo artístico - cultural ¨Aisthesis¨, luego viaja por toda Sud, Centroamérica y el Caribe por haber trabajado en la IBM del Perú en un Sistema que participo en el diseño y su desarrollo. Siempre dedicando su vida y sembrando la amistad por los principios de una política cultural universal. El tiempo lo aquilata y da su tinte de inmortalidad. Su constancia a travez de variadas mutaciones de su vida es un don que rebalsa los estrechos moldes de la virtud. El alma de la virtud es la bondad y la bondad cubre con su manto de bien y dulzura a las emociones humanas, haciéndonos ver las cosas como a travez de un kaleidoscopio. El alma de la constancia es el amor y el amor da a la constancia un poder de providencia y misericordia, por todo esto lo recordamos y por eso , esta fecha para nosotros y para Carlos será siempre de recuerdo y expresión de fé en sus manifestaciones de cualquier índole.

 Es sin duda Huaraz uno de los principales pueblos de la Cordillera Blanca que pone un sabor bucólico a este valle. En este escenario la belleza obra por sugestión. En todo el Callejón esta fuerza esparce su fina sensibilidad y simpatía. El medio imprime su sello o estilo a la producción artística y el hombre va enriqueciendo su acervo artístico con un tesoro espiritual elaborado en milenios de años. Experiencia inédita y conjunción de fuerzas telúricas. Por esta razón, Carlos Ramirez Cuentas, esta haciendo una labor ejemplar al brindar las páginas de HOyC el cariño de toda su grandeza.

Hay una profunda diferencia de reacción emotiva entre el hombre del paisaje policromo y el hombre del paisaje agreste y monótono. En el primero hay bondad y facilidad en la inspiración, en el otro, esfuerzo y artificio, la ficción y cálculo de los efectos.

La naturaleza se ha desvertebrado como en el banco de un escultor. El Ande,  maestro de la escultura peruana está acabando de forjar la estética Americana. Sus entrañas abiertas muestran su solidez y la riqueza de la vida hasta en sus más profundas resquebrajaduras. Las quebradas angustian en el infinito repliegues de su estructura, acrecientan la curiosidad con la complejidad de sus ecos y recovecos, pueblan la mente de fantasías con su oscilación y movilidad perpetua.

       La Cordillera Blanca opone su cortina de armiño al fuego abrasador de la montaña y acaba de suavizar el clima remilgado del Callejón. Refrigerante y contralor del trópico evita la descomposición del ensueño y de la ternura. La Cordillera Negra ni tan alta para aislar, ni tan baja para borrar el relieve augusto inclina su mole gigante a la influencia de la corriente marina de la costa. En todo el valle se estrecha la visión del poniente; tampoco viene de muy lejos el levante. Aparece súbito éste y aquél se aleja inaudito. Constreñidos a mirar de cerca la vista se levanta hacia los confines apuntados por las cumbres. Pero si el horizonte es corto, la claridad es magnífica. En cambio la profundidad y la altura tienen aquí proporciones incalculables, bastos dominios que rebasan la admiración del poeta y la interrogación del filósofo. Toda la naturaleza contribuye aquí a modelar una personalidad que urge ver las cosas de cerca y que se empeña en acercar lejanías tras el cortinaje que fingen las montañas del cuadro. En este escenario la idea tiene claridades resueltas y la emoción el temblor generatriz de las grandes creaciones.

      En estas páginas de HOyC, podemos plasmar nuestros recuerdos, nuestras fantasías, nuestros quehaceres, gracias a la benevolencia de Carlos Ramírez Cuentas, quien nos invita día a día con sus frases dulces de aprecio por el Perú.

Una carretera risueña se prolonga de Recuay a Huaraz. Brocados de labor agraria engalanan el campo y el río Santa ofrece la ovación de su música. Por Aco, Mashuán, Santa Elena y Tacllán el
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panorama se ensancha y los campos revestidos de verdor ofrecen su colorido y sugestión. Las retamas hacen su aparición y bajo el influjo de su aroma se ingresa a Huaraz. El paisaje cobra un aspecto decidor. Sobre las Colinas el sol derrama pajuelas de oro y los nevados se divisan como torsos ambarinos. Sumisa, engolosinada, apetitosa con una fragilidad sensual y una pereza mimosa está tendida la pradera huarasina. El Santa y el Quilcay han ajustado su talle en una donosa gracia femenina. La población tiene un corte peculiar con sus calles angostas. Hay en ello un sentimiento de acercamiento y de intimidad.

      Por todas partes Huaraz esta cercado de campiñas. Por el occidente Póngor y Marcac le ofrecen sus estancias arrobadoras y por el oriente están Unchus, Rivas y Marián con sus abigarradas alquerías y sus panoramas nevados. Hay aquí una reverencia cósmica con la visión cercana de las auroras.

Por la quebrada de Coyllur Huaraz se elonga en los magníficos senos de una pradera impecable. El río discurre cadencias y modula acordes bajo las sombras cárdenas y violetas de la arboleda que la borda. Los bosques de eucaliptos prestan la canción de su color y de su ritmo; en las parcelas de cultivo las sementeras de trigo, de quinua y lino ofrecen coloraciones de oro, de nimio y azul que se prismatizan en la visión del paisaje. La ruta es una cinta trémula de carretera que llega hasta la Capilla de Coyllur; más arriba el camino cabriolea por la orilla del río, trepa el cerro y descorre admirables para enseguida ofrecer confines de cristal, regiones de visión y de ensueño. Presto se ingresa a Jancun, las chullpas indígenas dan al paisaje su sabor arqueológico; aparecen las siluetas nítidas de los nevados de Shurup, Huamashraju y Huarmihuañunga. El camino prosigue por la jalca y en las llanuras son sendas que se pierden en el césped o en el atolladero. El sol reverbera y bulle; el céfiro es un esquerzo melódico y las sendas se apuntalan con los caminos que orillan los ríos de Quellquehuanca y Shallap. Los acantilados de granito muestran el óleo milenario de su pátina y mientras la ruta cada vez se angustia más las cumbres exacerban con su vértigo. Al fondo de Quellquehuanca y Shallap las lagunas acunan su hechizo y dan a fulgir superficies de ámbar. La refracción solar orquesta sobre ellas una tonalidad de riquísimos matices. Por sobre las lagunas los nevados de Cuchillacocha y Yanahuagra muestran su tesoro y su canon de arte.. Los cerros agrestes y las rocas desnudas se iluminan de una rara fosforescencia y brota como mágia la belleza que exalta y vivifica al paisaje. Alguna que otra orquídea muestra su gracia peregrina mientras que por encima los quisuares dan a lucir sus hojas plateadas y sus flores de oro. El viajero que ha llegado a captar el encanto y el prodigio de estas raras estampas siente el contacto de lo bello y el transporte de lo sublime.

      De la pátina de las cumbres enhiestas, del tono verde subido y decreciente de los bosques y pajonales, de la platería damasquina de los lagos y de los ríos, del fulgor de los nevados, de los horizontes y del cielo brota el estilo y el espíritu del paisaje que deleita y anega.

    Gracias Carlos, una vez más por dejarnos sentir ese espíritu del Ande Ancashino, en estas horas de fulgor literario y en estos momentos de transición auroreal de tu Revista. Gracias

Julio Olivera Oré    

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